El término de aprendizaje autorregulado, o también conocido
como “aprendizaje autónomo”, se ha convertido en una de las metas principales
perseguidas por el sistema educativo.
Se trata de capacitar al alumno con las herramientas
necesarias para que dé respuesta a las
demandas sociales y sea participante activo de su propio aprendizaje, desarrollando de esta
manera las competencias de “aprender a aprender” y de “autonomía personal”.
Un alumno que es capaz de autorregularse es aquel que sabe
cómo planificar su proceso de aprendizaje y posee herramientas eficaces que le
permiten controlar la situación. No estamos hablando de alumnos con “altas
capacidades”, sino de alumnos que si se equivocan, saben reflexionar y superar
los problemas.
El contexto es una de las piezas clave para que el alumno
aprenda a regular su aprendizaje. Supone adoptar un nuevo enfoque de enseñanza
que se centre en el alumno y en su
aprendizaje. Como maestros, podemos educar a nuestros alumnos en un contexto
que se ajuste a sus necesidades. Es decir, crear un ambiente realista y
práctico, partiendo de sus intereses, haciéndoles participe de toma de
decisiones, situaciones del “día a día” … para que de este modo consigamos
altos niveles de motivación en nuestros alumnos y sin dejar de lado los
objetivos de aprendizaje.
Una forma de diseñar actividades en la que se fomente el aprendizaje
autorregulado, es el trabajo mediante proyectos. Se trata de partir de un tema
de interés general, donde los alumnos son protagonistas de su aprendizaje
mediante tareas de elaboración, obtención de información, de reflexión y puesta
en común. De esta manera, el estudiante es participante activo y puede llevar a
la práctica lo aprendido.
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